viernes, 13 de marzo de 2009

Los covers de Descartes

En “Objeciones hechas por personas muy doctas” y en diversas misivas encontramos cómo se le hace recordar a Descartes el antecedente del cogito agustiniano. Nos orientaremos en este caso hacia uno de los pasajes que han sido evocados en estos escritos, pasaje que podemos leer en De Civitas Dei, XI, XXVI. Allí Agustín de Hipona acomete una vez más contra los escépticos, pero lo que es más importante es el alcance de su contestación:

“[…] no hay motivo para temer argumento alguno de los académicos, aunque digan: ¿qué, si te engañas? Porque si me engaño ya soy; pues el que realmente no es, tampoco puede engañarse, y, por consiguiente, ya soy si me engaño. Y si existo porque me engaño, ¿cómo me engaño que soy, siendo cierto que soy, si me engaño? Y pues existiría si me engañase aun cuando me engañe, sin duda en lo que conozco que soy no me engaño, siguiéndose, por consecuencia, que también en lo que conozco que me conozco no me engaño; porque así como me conozco que soy, así conozco igualmente esto mismo: que me conozco.”
Nos sentimos obligados a suscribir cuán tributario es el cogito cartesiano respecto del agustiniano. Aún cuando Descartes no desestima el influjo del Hiponense, no concederá que el cogito antecedente sea equivalente al suyo. En mayo de 1637 le escribe a Mersene respecto  del pasaje citado, aduciendo que no se ha explayado mucho en él “porque no me parece que lo emplee con el mismo fin que yo”. En noviembre de 1640 escribe Descartes a un amigo cuyo nombre se ignora que “mientras yo me sirvo de él para hacer conocer que este yo que piensa es una sustancia inmaterial y que no tiene nada de corporal, lo que son dos cosas muy diferentes. Y es una cosa de suyo tan simple y tan natural inferir que uno es, de que uno duda, que hubiera podido caer en la pluma de cualquiera; pero no deja de agradarme el haberlo encontrado con San Agustín […]
En suma Descartes no se ruboriza ante los recordatorios sucesivos (Mersenne, Arnauld) del antecedente de su cogito. La estrategia original de Agustín es combatir la duda escéptica: la subsiguiente afirmación inconmovible (me engaño, existo) pareciera ser la manera de confutarla. Aún esta consideración, Descartes no perdería de vista que esa afirmación es verdadera. Pero la estrategia de Descartes es fundamentar la filosofía sobre bases sólidas: “No es que yo imitase por eso a los escépticos, que dudan por dudar y fingen estar siempre indecisos” dice en el Discurso del método, “pues al contrario, toda mi intención tendía a asegurarme, a rechazar la tierra movediza y la arena hasta encontrar la roca o la arcilla” poniendo así al resguardo la duda metódica de la duda escéptica. Sin entrar ahora en esta divergencia, el aspecto que nos ocupa respecto del cogito conlleva a una distinción fundamental: tener método o no tener método es aquí la cuestión. La afirmación agustiniana de la existencia parece fruto de la casualidad, guiada por el azar. Y esto es justamente lo que no estaría dispuesto a aceptar Descartes: el descubrimiento del cogito que no esté justificado por el método.