viernes, 15 de agosto de 2008

La eternidad del mundo no es exactamente tal como él la presenta

Dicen que el Philosophus enseña la eternidad de mundo. Eternalistas y antieternalista protagonizan unas de las controversias más intensas que cunden en el París de la segunda mitad del siglo XIII. Hace tiempo ya que el corpus aristotélico ha concluido, casi íntegramente, su travesía de regreso al occidente latino. Pero ¿Qué hacer con Aristóteles? O peligro letal para la fe, o impulso racional para los propósitos de consolidación dogmática, o devoción casi desenfrenada. O la oposición tenaz de los conservadores (recordamos las condenas que el obispo parisino, Esteban de Tempier, dictará entre 1270 y 1277); o los intentos conciliadores muchas veces plausibles de aristotélicos “moderados” (conciliar las doctrinas del Estagirita con las doctrinas de Cristo, no sin sacrificar, claro está, aspectos de la primera en virtud de la segunda); o aristotélicos “radicalizados” identificados sobremanera con los pronunciamientos de los averroístas latinos (blanco concreto de la contestación conservadora). Un Buenaventura, un Tomás de Aquino o un Siger de Brabante. He aquí las tres actitudes respecto de la recepción de los textos aristotélicos en la Edad Media.

En el año 1270, un moderado, el dominico Tomás de Aquino, escribe De Aeternitate Mundi Contra Murmurantes.

Supposito, secundum fidem catholicam que el mundo no ha existido desde toda la eternidad, es el supuesto con el que Tomás inicia su opúsculo. Supuesto según la fe católica que el mundo no ha existido desde siempre, no obstante cabe preguntarse si podría haber existido siempre.

Pero el murmurante extensamente se pronuncia contra la eternidad del mundo, con argumentos frívolos y deslucidos que no hacen sino ocasionar la irrisión de los infieles. El propósito de Tomás es, por el contrario, presentar la polémica y una elucidación. Aún cuando un comienzo en el tiempo del mundo es un dato incontestable de la revelación, puede mantenerse al menos que la eternidad del mundo es algo pensable (no es en principio una idea absurda e ininteligible). El planteo del Aquinense es que el ser creado por Dios el mundo en toda su realidad y no tener éste comienzo en el tiempo, puede no ser una contradicción. Una y otra afirmación no pueden ser demostradas concluyentemente, pero argumentará en favor de ambas tesis, presentará las contradicciones, como es típico en la escolástica.


Se impone a primer vista que la eternidad del mundo supone hacer del mundo un otro apartado, autosuficiente e independiente de Dios. El mundo no causado por Dios constituye un error tanto para la fe como para la filosofía. Pero podría admitirse algo que pueda haber existido desde siempre siendo causado por Dios. Porque negar de Dios su poder causal nos pone ante dos caminos: o bien Dios no puede hacer que algo exista siempre, lo que señalaría una cierta incapacidad esencial en Dios, lo cual es inconcebible; o bien aunque pudiera hacerlo es algo que no puede ser, sin que esto hiera la omnipotencia divina… Otra cuestión bien puede reponer el supuesto de una materia primordial e ingénita. Pero la sustracción a partir de una materia preexistente es un concepto herético (he aquí el mito cosmológico en el Timeo platónico): sólo la creación del ángel, sustancia inteligible e inmaterial, tolera la prescindencia de la materia primera. Veremos cómo se allana el camino de la contradicción presentada entre mundo eterno y causado por Dios.


Arriba aquí a la estrategia principal del opúsculo: no habría contradicción entre ser creado por Dios y no tener comienzo en el tiempo. En apoyo de lo cual presenta (reductio ab absurdum) dos investigaciones: el carácter necesario de la precedencia de la causa respecto a su efecto, y por otra parte, la precedencia temporal del no ser respecto del ser (pasaje del no ser al ser).

Corrientemente intuimos la vinculación íntima entre causalidad y tiempo: la temporalidad es una sucesión que exige agencias causales. Si lo temporal es causado ¿cómo habérnosla con la eternidad del mundo? ¿Acaso debemos mantener heréticamente un mundo eterno no causado?

"Pero en la operación instantánea, al mismo tiempo, más aún, el mismo es el principio y el fin de la misma, como en todas las cosas indivisibles. Por tanto, en cualquier instante en que se dé el agente produciendo su efecto instantáneamente, puede darse el término de su acción. Pero el término de su acción es simultáneo con la misma cosa hecha. Por tanto no repugna a la razón que se afirme que la causa que produce su efecto instantáneamente no precede en duración a ese efecto suyo."


Dios es de tal manera causa que no se compromete con la necesidad de preceder en el tiempo a su efecto, lo cual es obvio dado que Dios no es un ente físico y está por fuera del tiempo. Así, la creatura por Dios producida, en tanto por él hecha, no se da dentro de la legislación propia del ámbito físico. Desechando la posibilidad de un cambio, de un movimiento a partir de la materia primordial subyacente, todo lo creado tiene su fuente en el ser de Dios-causa que posee in se el ser mismo, Ipsum esse subsistens, el ser mismo subsistente. La creatura tiene así su existencia ab alio, accesoriamente.

La causalidad en este sentido debe ser además comprendida en la analogía de la instantaneidad del fuego como causa y la calefacción como efecto que éste produce. Se mantiene, entonces, el efecto mientras se da el concurso absoluto de la causa.

Ahora bien, en el hacerse de la cosa queda por ver cómo el principio que actúa y su fin coinciden. En el instante de darse el agente súbitamente se da el fin de su acción; simultáneamente al darse el fin de la acción con la cosa hecha no se contradice que no preceda en el tiempo a su efecto.

Tomás ahora intentará justificar que el no ser no precede en el tiempo al ser: “Ahora falta ver si repugna al entendimiento el hecho de que alguna creatura haya existido siempre, sabiendo por otra parte que ha sido necesario que su ser no haya precedido en duración a su ser, por lo cual se dice que fue hecho de la nada” ¿Ciertamente qué expresa “hecho de la nada”? Anselmo de Aosta en su Monologion presenta que hecho de la nada equivale a decir no hecho de algo. Tomás la hace semejante a esa “manera de hablar” cuando alguien está triste por nada, alguien está triste sin motivo. No significa que lo hecho haya sido nada antes, y luego algo a partir de ella. En este sentido la nada no es un algo a partir de lo cual surge la actualidad.

"Además supongamos que el orden de precedencia entre la nada y lo que fue hecho, esté incluido en la mencionada preposición, de suerte que tenga el sentido de que la creatura fue hecha de la nada, o sea, después de la nada: la palabra “después”, absolutamente hablando importa un orden. Pero el orden es múltiple, a saber: de duración y naturaleza."

En la fórmula creatio ex nihilo la preposición parece indicar o bien una materia preexistente o bien aludir a un punto de partida. Tomando el sentido post nihil se puede consignar tanto un “después” a partir de la nada desde el punto de vista meramente temporal o un “después” que configura al ente en un sentido más propio.

El sentido de antelación temporal supone hacer de la nada un algo del que se produce luego un ser. Pero este no es el orden en un sentido fuerte. Por naturaleza, en cambio, debe entenderse aquí la prioridad de la nada respecto del ente. Es la nada ontológicamente anterior a la creatura que tiene el ser a partir de otro, siempre ab alio: a la creatura nunca le pertenece el ser en sí, por sí mismo.


Conforme a estos argumentos a nuestro juicio de los más relevantes en este opúsculo, Tomás de Aquino quiere que esta quaestio toque a su fin, aduciendo que no hay repugnancia en decir que algo ha sido creado por Dios y que este algo siempre existió.


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