viernes, 12 de junio de 2009

Espacio real y espacio ideal (en los albores de la filosofía crítica)

En la Crítica de la razón pura, al comienzo de la Estética trascendental (§2) se alude a la divergencia que en torno de la noción del espacio y del tiempo antecedió a la filosofía crítica kantiana:

¿Qué son, pues, espacio y tiempo? ¿Son seres reales? ¿Son sólo determinaciones o también relaciones de las cosas, tales que les corresponderían a las cosas en sí mismas, aun cuando no fuesen intuidas? ¿O se hallan sólo en la forma de la intuición y, por tanto, en la constitución subjetiva de nuestro espíritu, sin la cual no podrían esos predicados ser atribuidos a ninguna cosa?

Dejando de lado la pregunta retórica expresada en último lugar (en efecto, Kant expondrá que espacio y tiempo son formas puras de la intuición sensible) se presentará aquí brevemente las concepciones enfrentadas en torno de la noción del espacio, y algunas de las oscilaciones que tuvo Kant respecto de la disputa.
El desacuerdo que estas doctrinas mantienen estriba en concebir que o bien el espacio precede a las cosas o bien que las cosas preceden al espacio.

¿Son seres reales? Que el espacio es una entidad real e independiente de los cuerpos, es la posición que defiende Newton. En los Principios matemáticos de la filosofía natural leemos: “El espacio absoluto, por su propia naturaleza, sin relación con nada externo permanece siempre igual e inmóvil”. Newton análogamente explicitará la noción del tiempo.

Años antes de la consolidación de su filosofía crítica, el “espacio absoluto” dice Kant hacia 1768 en Sobre el fundamento primero de la diferencia entre las regiones del espacioposee una realidad propia independientemente de la existencia de toda materia y es incluso el fundamento primero de la posibilidad de la composición de ésta”. Pareciera ser un argumento que apoya decididamente la tesis newtoniana, aunque el alcance de esta afirmación no puede suscribirse en los mismos términos en que Newton habilita la precedencia del espacio respecto de las cosas.

Ante este espacio como una suerte de infinito recipiente que existe por sí mismo, Kant replicará en la KrV que consentir tal entificación del espacio (y del tiempo) como continente absoluto e independiente de las cosas, conlleva a “admitir dos nadas eternas, infinitas, existentes por sí (el espacio y el tiempo) que existen (sin que, sin embargo, ninguna realidad exista) sólo para comprender dentro de sí todo lo real.
 

Como Kant alegará, no podemos nunca representarnos que no haya espacio en el momento en que se da la intuición sensible, pero tampoco puede pensarse la posibilidad de un espacio sin fenómenos. El espacio absoluto como un infinito receptáculo ¿cómo podría ser materia de intuición sensible? Entendemos que abriéndose posibilidad alguna para que el espacio sea una representación a posteriori, el propósito de Kant por dar cuenta de una ciencia del espacio se derrumbaría.

¿Son sólo determinaciones o también relaciones de las cosas, tales que les corresponderían a las cosas en sí mismas, aun cuando no fuesen intuidas? Para Leibniz son las cosas las que preceden al espacio: lo real son las substancias y el espacio no es otra cosa que el orden de las relaciones posibles que guardan entre sí las diversas coexistencias.
Lo comprendido en este orden de coexistencia, expresados en términos de situación y distancia, es lo que se llama espacio, como escribe Leibniz al newtoniano Samuel Clarke. En la correspondencia que ambos mantienen entre 1715 y 1716 Leibniz escribe que “para tener la idea de lugar y, por consiguiente, de espacio basta considerar a estas relaciones y las reglas de sus cambios, sin tener necesidad de figurarse aquí ninguna realidad absoluta fuera de las cosas cuya situación se considera”.

Aquella prioridad ontológica del espacio podría comportar ciertos peligros que Kant no desdeña. Parece ser que el hecho de impugnar la idealidad del espacio y del tiempo conduce a un indeseable resultado; puesto que si éstos fueren preciados como “determinaciones esenciales del ser primero mismo, y las cosas, dependientes de él (así, pues, también nosotros mismos) no son sustancias, sino sólo accidentes a él inherentes”, escribe en la KpV, es entonces el panenteísmo el fantasma que el anti spinocismo de Kant quiere conjurar.

Hacia 1770 en su DissertatioDe mundi sensibilis atque intelligibilis forma et principiis” Kant ya ha afirmado que el espacio es ideal y los cuerpos no son sino fenómenos, con lo cual la distinción que marca respecto de cosas que estén precediendo al espacio, según postula Leibniz, es ya fundamental. Antes bien, el espacio considerado por Leibniz como sistema relacional entre cosas se entiende como un derivado de la experiencia.

Kant afirmará que la experiencia supone el espacio como condición de la misma. “El espacio no es un objeto de las intuiciones, sino la intuición misma, que precede a todos los objetos y en la cual, cuando estos son puestos, es posible la aparición de ellos.” Lo que permite la aparición de los objetos (fenómenos) debe ser dado antes, como “la condición presente en la mente misma de la forma de toda representación externa.”


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