sábado, 10 de mayo de 2008

Parágrafos iniciales de Sein und Zeit: una versión

Para no contar cuentos de los entes sino "apresar" el ser, esto es el destacar el ser de los entes, destacar que es propio de la ontología, Heidegger pone en la base de la investigación la fórmula primordial de la fenomenología ¡a las cosas mismas!. El énfasis quiere conjurar toda una historia de olvidos: la asechanza de la tradición con sus conceptos desviados, meramente técnicos o teoréticos (hasta la gramática suele ser entificante), los azares hechos en el aire, los encubrimientos.
Pero para Heidegger la fenomenología tiene una caracterización divergente respecto de la que acuñó Husserl. Se remonta a la terminología griega de Phainómenon y Logos. Phainómenon es lo que se muestra, aquello que se pone a la luz como “visible en sí mismo”. Como puede un ente mostrarse como lo que no es en sí mismo, hace una distinción, aclarando el carácter de aquello que se muestra bajo el “aspecto de”, o “parecer ser”. Distingue fenómeno propiamente de la apariencia conforme ésta se presenta como el señalamiento de otra cosa, como aquello que no se muestra ello mismo. Aún como ser-ante-los-ojos hay el anunciarse de algo que no se muestra por medio de lo que se muestra. Los síntomas, los indicios, los signos conservan esta estructuración formal. Los fenómenos no son apariencias pero las apariencias descansan necesariamente en el fenómeno. No hay un mostrarse de suyo, no estamos ante un fenómeno genuino. La apariencia refiere a otra cosa que sí.
El logos es aquello que “permite ver” que posibilita ver aquello de lo que “se habla en el habla”. En este sentido remite a la verdad o falsedad de lo que se habla. Y por tanto es señalamiento de una correspondencia. Más originario que el logos es la alétheia y es ésta la que como “ser verdad” es entendida como el desocultar. Esta noción de verdad se enfrenta al cubrir que alude al engaño de tapar algo con algo para presentarlo, hacerlo pasar como algo que no es. Alétheia es más bien un ver que propia y originariamente ve, un oír que oye. Se trata entonces de saber dirigirse hacia la mostración de lo que se muestra a sí mismo por sí mismo. La descripción fenomenológica, entonces, no se distrae con el modo de describir de ciencias como la botánica. Hay que precaverse de ciertos desvíos. Lo desfigurado es lo más común. Lo oculto, lo desfigurado, es el ser de los entes. Y se suele recaer en el olvido, en el encubrimiento, en el hundimiento del ser por parte del ente. Es preciso hacer volver fenómeno aquello que está desfigurado. Este volverse expresa que la fenomenología tal como Heidegger la entiende no es una disciplina dada de antemano. Hay, entonces, que mostrar expresamente lo oculto que pertenece a la esencia de lo que se muestra.
Nada está puesto detrás del ser de los entes. Detrás del fenómeno no existe esencialmente cosa alguna. La mirada penetrante de la filosofía desde su perspectiva (Hinsicht) no capta un objeto que está en otro lado. El ser tampoco es un género de ningún ente aunque toque a todo ente: hay que remontarse en su búsqueda más alto que su “universalidad”.
En todo caso hay la resistencia a una mostración genuina. Incluso aquello que pudo yacer enterrado, puede volver ha ser encubierto una vez más.


No hay comentarios:

Publicar un comentario