martes, 15 de abril de 2008

La "buena acción" y el imperativo categórico kantianos

En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres Kant aduce que la buena acción es aquella que emana del deber. El deber es una forma y como tal su inscripción no es menos nouménica que el “como si” de la libertad (aquella "causa incausada") que hace posible la disposición racional del deber. Puede que obremos conforme al deber, haciéndonos eco de nuestra atención a las inclinaciones o intereses naturales. Pero por deber obramos de manera incondicionada: como mandato de la razón que se constituye en el imperativo categórico en virtud de nuestra autonomía.
Objetivamente el deber es nuestra manera de obligarnos a obrar tal se expresa éste en el imperativo categórico (los imperativos categóricos se corresponden ineludiblemente con el deber: no es el caso de los imperativos hipotéticos los cuales pueden no corresponderse con la forma del deber) En el ámbito subjetivo se traduce por el respeto puro por la ley. La necesidad de este respeto constituye el deber y omite toda valoración condescendiente con cualquier tipo de inclinación natural sensible.
Hay la necesidad de la acción por respeto a la ley, esto es disponiéndose a lo que la ley es por sí misma, nunca en procura por tal o cual efecto, prescindiendo de la consideración calculativa de las inclinaciones del ámbito natural. Esta representación de la ley en sí misma no es sino competencia del ámbito de la razón práctica. El deber como forma ("idea") es deducida a priori en los términos de la razón práctica siendo incomprensible que el deber tenga sus fuentes, sus correspondencias en el plano empírico. De aquí también se sigue la universalidad (en el sentido, para todos los seres racionales) y el carácter necesario (sin transacción ni contratiempo que implique contingencia alguna) de la ley práctica.


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