sábado, 26 de abril de 2008

Ser y deber ser: Wittgenstein y la ética sobrenatural

En su Conferencia sobre Ética (el manuscrito no llevaba título, comocallado por el autor), Wittgenstein en principio acuerda con G. E. Moore que toda investigación de la ética es investigación sobre lo bueno. Pero es posible agregar que la ética puede ser investigación de diversos "objetos": de lo valioso, de lo realmente importante, del significado de la vida, o de la manera correcta de vivir. A partir de este momento casi diaporemático de la exposición, operará una distinción fundamental entre estas expresiones. En un sentido trivial o relativo, dice Wittgenstein, una joya tiene valor, no resfriarse es importante, una silla es buena, una carretera es correcta: todo esto alude a propósitos o estándares predeterminados. En otro sentido, en cambio, tienen lugar los jucios absolutos, como se sigue en el ejemplo del siguiente diálogo: «Sé que mi conducta es mala, pero no quiero comportarme mejor». «Bien, usted debería desear comportarse mejor». Así como vemos que los juicios relativos refieren a hechos, nos preguntamos de qué manera los juicios absolutos de la ética podrían contar con proposiciones y hablar con sentido acerca de su "objeto": "Nuestras palabras, usadas tal como lo hacemos en la ciencia, son recipientes capaces solamente de contener y transmitir significado y sentido,

significado y sentido naturales. La ética, de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras sólo expresan hechos".
En el ámbito de la ética, como así también en la religión, la metafísica y la estética, lo que está en juego es el mal uso de nuestro lenguaje. En éstos las expresiones no son sino símiles de expresiones relativas o triviales. Pero ¿qué queda si se renuncia al uso del símil? Siendo este símil, símil de algo, la pregunta es qué es lo que queda que pueda ser descripto directamente en términos del lenguaje natural. Y la respuesta es que no quedan hechos y toda expresión a partir de esto es carente de sentido: "[...] no sólo que ninguna descripción que pueda imaginar sería apta para describir lo que entiendo por valor absoluto, sino que rechazaría ab initio cualquier descripción significativa que alguien pudiera posiblemente sugerir por razón de su significación. Es decir: veo ahora que estas expresiones carentes de sentido no carecían de sentido por no haber hallado aún las expresiones correctas, sino que era su falta de sentido lo que constituía su mismísima esencia. Porque lo único que yo pretendía con ellas era, precisa mente, ir más allá del mundo, lo cual es lo mismo que ir más allá del lenguaje significativo. Mi único propósito -y creo que el de todos aquellos que han tratado alguna vez de escribir o hablar de ética o religión- es arremeter contra los límites del lenguaje."
La ética, en suma, es inexpresable, y es en el énfasis de la última y célebre línea del Tractatus donde volvemos a ver el alcance de ello: "De lo que no se puede hablar, es mejor callar."


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